«No tienes que sentarte aquí esperando a que alguien te lo pida. Necesitas salir y crear las redes», dice Maria Amália Souza en Johannesburgo. Entrevista.

Francesc Badia i Dalmases Maria Amália Souza 19 enero 2017

Manifestante con una pancarta que dice en portugués: «La lucha por el bosque empieza en las calles», durante una protesta contra la aprobación del nuevo código forestal brasileño en Brasilia, Brasil. Eraldo Peres AP/Press Association Images. Todos los derechos reservados.

Esta entrevista forma parte de una serie realizada en Johannesburgo con motivo de la Cumbre Mundial de Filantropía Comunitaria (1-2 de diciembre de 2016). 

Francesc Badia i Dalmases: Gracias, Amália, por recibir a DemocraciaAbierta aquí en la Cumbre de la filantropía comunitaria en Johannesburgo. Brasil ha sido pionero en la filantropía comunitaria en América Latina. ¿Ves a la región evolucionando hacia un modelo de financiamiento más comprometido con la comunidad, o lo ves más bien en la tradición de donar a las organizaciones benéficas?

María Amalia Souza: Es un fenómeno interesante el que está sucediendo, creo. Nosotros, en CASA , empezamos como un grupo de ambientalistas – o, como lo llamamos nosotros mismos, socio-ambientalistas – porque no creemos en la eliminación de las personas y el cercado de los bosques: nosotros, como seres humanos somos parte de la naturaleza, y tenemos que estar comprometidos en la protección de nuestros sistemas que alimentan la vida en este planeta. Muy pronto nos dimos cuenta de que los que están haciendo el trabajo más duro son las personas que pertenecen a estos ecosistemas frágiles: los grupos indígenas, las comunidades fluviales, las personas que habitan las tierras directamente afectadas por las industrias extractivas. Han aprendido a vivir en esa estructura, a vivir del cuerpo dinámico de la Tierra, y están cuidando de los bienes más importantes que estos ecosistemas ofrecen para mantenernos a todos vivos.

Entonces, nos preocupamos de por qué los recursos no estaban llegando a estas comunidades, que ni siquiera saben que la filantropía existe. Quiero decir, están ahí, tratando de defender sus territorios, se colocan frente a las excavadoras, mueren a causa de ello, denuncian la tala ilegal, hacen barreras humanas a través de los ríos para detener la construcción de represas. Hacen lo que sea necesario – con sus propias vidas, y sin recursos financieros.

Por lo tanto, dijimos: «necesitamos averiguar cómo formar parte de ese movimiento. Algunos de nosotros estábamos más cerca de la base, otros venían de otra parte. Yo misma fui a la universidad en Estados Unidos y presencié el nacimiento de las grandes ONG internacionales para la protección de las selvas tropicales y los ríos, y pensé que necesitábamos trabajar juntos para canalizar los recursos hacia donde serán más necesarios. Pero nunca pensamos que teníamos que crear una fundación comunitaria. Simplemente pensamos que debíamos conseguir el dinero para llevarlo allí y que, para ello, teníamos que estar allí, porque trabajamos básicamente en la protección de derechos con un enfoque basado en soluciones, por lo que a menudo tenemos que actuar con rapidez. Por lo tanto, necesitamos averiguar cómo conseguir el dinero, averiguar dónde estaba el dinero, y configurar algo que podría funcionar. Entonces, empezamos a aprender sobre filantropía.

Hemos visto que, en los últimos 20 años – en Brasil, pero estoy segura de que ocurre lo mismo en toda América Latina – los ricos y las corporaciones han sido empujadas a la inversión social sobre la base del razonamiento de que necesitaban devolver a la sociedad algunas de las riquezas que han estado tomando de ella. Entonces, empezaron a crear fundaciones, corporativas o familiares. Sin embargo, al menos en Brasil, la mayoría – alrededor del 80% — se centran sólo en la educación. Este es un enfoque altamente blindado conceptualmente, que no los coloca en posición vulnerable. Además, manejan sus propios fondos: la mayoría de ellos no dan dinero a las comunidades. Son ellos mismos lo gestionan en nombre de las comunidades.

Por lo tanto, no es fácil para nosotros –los fondos socio ambientales, basados en la justicia social, que empezamos a operar en los últimos 10 o15 años — convencerlos de que las comunidades son dignas de confianza, de que realmente encuentran soluciones para ambos, para ellos y para nosotros, que realmente es seguro entregarles el dinero, porque no huirán con él; que son realmente capaces de hacer mucho más con el poco dinero que podamos poner en sus manos. El volumen es simplemente increíble. En los últimos 10 años, hemos financiado más de 15.000 proyectos en 10 países de América Latina, y siempre hemos dado dinero a grupos que (al menos la mayoría de ellos) nunca antes habían recibido ninguna subvención. Estamos seguros al 100% de que hacen un trabajo realmente bueno con el dinero, y esto les da la confianza necesaria para obtener más apoyo.

Por lo tanto, para volver a tu pregunta: tenemos estas fundaciones haciendo inversiones sociales – pero no filantropía – y, más recientemente, hemos estado hablando más sobre la financiación comunitaria. Es decir: una comunidad crea un fondo local, extrae recursos de la comunidad y luego los devuelve – de múltiples maneras – a la comunidad. Este modelo, debo decirlo, no está muy bien comprendido, o conocido, en América Latina. Hay sólo tres fundaciones comunitarias en Brasil, por ejemplo: es un proceso muy incipiente. Pero, gracias a nuestros 1500 beneficiarios, hemos descubierto que hay, de hecho, unos pocos grupos que están extrayendo recursos e invirtiéndolos en la comunidad, pero que en realidad no conocen el concepto de fundación comunitaria. Por ejemplo, estamos financiando muchas comunidades que llevan a cabo planes de ahorro para mujeres. Esto actúa como una caja de ahorros para las mujeres de la comunidad, luego prestan dinero a una familia para mejorar su casa, recuperan su préstamo, luego lo prestan a otra familia… están administrando fondos rotatorios. Les damos una pequeña subvención – 5.000 $ –, y lo utilizan como un fondo rotativo para una pequeña empresa en la comunidad, para la reforestación de una región, para poner en marcha quilombos – bancos de la comunidad. Todas ellos son fundaciones comunitarias, pero simplemente no lo saben. No están familiarizadas con el concepto.

FB: Hemos visto cómo el extractivismo puede ser muy agresivo. Ha pasado por encima de comunidades enteras, incluso ha matado – con impunidad – a algunos activistas en primera línea. ¿Cómo ves esta evolución? ¿Cree que, cuanto más grande y visible es la oposición al extractivismo, más probable es que se detengan estos ataques a las comunidades (aunque, como hemos visto en casos como el de Berta Cáceres recientemente, el hecho de que ella fuera bien conocida no detuvo a sus asesinos)?

MAS: Pensamos mucho sobre esto, obviamente. Estamos trabajando precisamente con las personas más amenazadas y vulnerables: los defensores del medio ambiente, los defensores de los derechos a la tierra. Hemos llegado a idear un par de orientaciones. En primer lugar – y este es el mensaje que seguimos transmitiendo a la comunidad internacional de donantes –, hacer la financiación tan invisible como sea posible. Cuanto más permanezcamos en la habitación trasera, sin afirmar que les estamos dando el dinero, más protegidas estarán estas personas. Segundo, nos hemos dado cuenta de que el financiamiento del apoyo legal es muy eficiente en América Latina. Es decir, que suscribimos todos los mecanismos que necesitan las comunidades en términos de apoyo de los abogados – principalmente abogados pro-bono – y avalamos el proyecto de ley de ciertas acciones legales. Esto les proporciona otro nivel de protección. Pero nadie necesita saberlo. Es importante mantener la mayor discreción posible. Creo que la financiación, de hecho, es todo lo contrario de lo que suelen hacer los donantes, que es proclamarlo al mundo, pero que no se encuentra en ninguna parte cuando se trata de la crisis…

Yo estaba trabajando con los caucheros de las comunidades indígenas cuando Chico Mendes fue asesinado. Justo después de su asesinato, los líderes decidieron que no iban a dejar que la visibilidad la encarnase una sola persona, que a partir de entonces iban a compartir el liderazgo. Y nadie ha muerto desde entonces. Eso fue en 1988, hace casi 30 años. Por lo tanto, cuando usted tiene amigos que están en esa situación – y estamos financiando a personas que se encuentran en situaciones realmente muy vulnerables –, se trata de no llamar la atención sobre uno mismo. Nosotros no somos importantes, el qué es importante. Por lo tanto, debemos hacer lo que sea necesario para protegerlos, ofreciéndoles auxilio en términos de apoyo legal; en términos de acompañarlos como testigos a algunas de las comisiones de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, de la Organización de Estados Americanos (OEA), o de cualquier foro internacional; en términos de utilizar las convenciones internacionales a su favor.

FB: A partir de tu experiencia en América Latina, ¿crees que en Brasil – que ha experimentado un importante crecimiento económico en los últimos 15 años— hay más donantes, más personas que se dedican a esta actividad, que en otros países de la región?

MAS: Creo que uno de los mayores errores de la filantropía internacional es la mala interpretación de la situación real. Hay un montón de riqueza concentrada en Brasil, un país que obtuvo mucho dinero y utilizó sus bancos nacionales para financiar a las grandes empresas de construcción – no sólo para construir estos mega proyectos que amenazan la vida de todos en el Brasil, sino por toda Suramérica y en África. Por lo tanto, Brasil ha venido financiando proyectos absurdos, enormes, mega proyectos que ahora están amenazando a muchas comunidades, porque tiene el dinero para hacerlo y no tiene que pedir prestado a nadie.

¿Y entonces, qué pasó? La filantropía internacional, que basaba su financiación en un enfoque basado en los derechos, huyó de América Latina. Todo el mundo se fue. Excepto muy pocos: la Fundación Ford sigue aquí, Open Society regresa, Avina también quiere seguir trabajando…

Cada uno tiene su propio enfoque, pero hay muy poco dinero para trabajar— y menos dinero aún para los activistas de base. Esa es una de las razones por las que empezamos nosotros. Formamos parte de la Red de Filantropía de Justicia Social de Brasil, junto con el Fondo de Mujeres, el Fondo de Equidad Racial, el Fondo de Derechos Humanos de Brasil y algunas fundaciones comunitarias. Nos reunimos y dijimos: «Tenemos que explicar a la sociedad que somos, en realidad, un mecanismo muy eficiente para poner recursos allá donde nadie lo hace, porque los grandes donantes no trabajan con pequeñas donaciones, tienen su propio enfoque».

En realidad, somos el único fondo creado y dirigido en Sudamérica que financia a Sudamérica. Nadie más lo hace. Nos dimos cuenta que existe una manera – una manera legal, claro, puesto que estamos auditados por auditores jurados – para obtener financiación de Brasil, porque es muy importante para nosotros para obtener el dinero que fluye a todo el ecosistema. El Amazonas incluye nueve países: no se puede simplemente poner dinero en Brasil y olvidarse del resto. Si estamos trabajando juntos, el dinero necesita llegar a todos. Así que nos estamos reinventando todos los días, y creo que esta es la forma en que la filantropía tendrá que manejarse en el futuro. Hay que ser flexible, tener menos cajas pequeñas, no sentarse aquí esperando a alguien que alguien venga a preguntar. Tienes que ir allí y crear las redes – hay ocho personas en nuestra organización, gestionando 200 donaciones al año, y confiando en nuestras redes, que unen a miles de activistas y grupos que trabajan en las regiones. Estas personas nos están diciendo «esto es lo que hay que financiar» y luego nos dicen cómo lo están haciendo. Y siempre lo están haciendo mejor de lo que esperábamos.

Por lo tanto, creo que lo único que CASA debe hacer es ser los mejores administradores de los recursos financieros que recibimos: ser administradores perfectos. Uno de los tres bancos nacionales Brasil, Caixa Econômica Federal, buscaba formas de obtener recursos para las comunidades, pero sus procesos eran demasiado complicados. Hicieron algunas investigaciones y vinieron a nosotros diciéndonos: «¿Podemos hacer una reunión para saber cómo hacer esto?» Nos reunimos y conversamos, y nos dijeron: «¿Por qué no toman el dinero y lo hacen por nosotros?” A partir de ahí, hemos duplicado nuestro volumen, y actualmente estamos triplicando nuestra capacidad de hacer donaciones en Brasil. Esto nos ha colocado en una nueva posición dentro de la filantropía brasileña. De repente, la gente nos decía: «¿Cómo conseguiste todo este dinero? ¡Mira lo que estás haciendo!». Este es el trabajo que hay que hacer: cuanto más demuestres que haces bien las cosas, que realmente haces con el dinero lo que dices que vas a hacer, que eres responsable y puedes demostrarlo, más capacidad tiene uno de influir en este otro mundo donde está el dinero… Hay un montón de dinero alrededor.

Hay muy pocos donantes individuales en Brasil. Es una situación similar en México. Sin embargo, hay mucha riqueza acumulada en pocas manos en América Latina. Por lo tanto, ahora, porque nos preocupan las dificultades obtener financiación a través de las fronteras, y porque no somos filántropos nosotros mismos y no pensamos en crear un fondo, lo que estamos haciendo es ir a nuestros socios en otros países latinoamericanos y decirles: «Somos ambientalistas, hemos desarrollado un mecanismo, funciona muy bien, y hemos aprendido a manejarlo. Así que, ¿por qué no acaba de crear algo similar vosotros mismos? Os entrenamos, os damos orientación, os contamos todos los errores que hemos cometido, para que no tengan que pasar por ellos otra vez. Haremos todo lo posible para apoyar la multiplicación de este esquema. Y en el momento en que envié el e-mail a nuestros socios, todos respondieron: «sí, sí, sí, sí». Estamos ahora en conversación con grupos en Ecuador, Colombia, Perú, Bolivia, Paraguay y Argentina, posiblemente en Chile, ayudándoles a establecer sus propias estructuras locales de donaciones comunitarias. Y estamos hablando con algunos donantes que ya han mostrado interés – este es el papel que podemos desempeñar. En lugar de tratar de luchar contra el Gobierno brasileño para que nos envíe el dinero allá, vamos a recaudar el dinero sobre el terreno, en los diferentes países. Es aún más rápido y eficaz. Y protege a estas personas aún más, evitándoles transacciones internacionales en sus cuentas bancarias. Estoy emocionada por esto, es un momento muy bueno.

FB: Están cambiando el modelo de las grandes ONG, la ONU, la excesiva burocracia …

MAS: Los fondos para problemas sociales y ambientales están todavía muy concentrada: sigue estando en manos de las grandes ONG internacionales. Si tenemos muchos de estos fondos, podemos unirnos para tener acceso a mayores recursos. Solos, somos demasiado pequeños para ir a estas grandes estructuras. Pero juntos podemos hacerlo. Por lo tanto, hacemos un montón de trabajo en red con otros financiadores. Uno de ellos es la Alianza Global para la Acción Verde y el Género (GAGCA). Otro es el Fondo Centroamericano de Mujeres, que dirige un programa para todo el Sur Global. Juntos, estamos financiando juntos fondos de mujeres, fondos ambientales, ONGs y organizaciones de base en más de 30 países. Es una asociación realmente interesante. Creo que es la primera de este tipo.